domingo, 8 de febrero de 2009

El arte de saber abrirse


En mi constante búsqueda de situaciones de las que crean una excitación especial a traves del mundo fetichista, quiero constatar que no solamente entiendo como fetichistas objetos, sino también acciones o situaciones muy especiales, y hoy, paseando esta tarde por la calle me ha venido a la memoria una aventura ocurrida hace unos cinco o seis años a la que quiero homenajear a traves de este escrito.

Ella, "D" la llamaré en adelante como la inicial de su nombre verdadero, era una chica normal, de una edad cercana a la cuarentena, rubia teñida, muy alta y muy delgada, extremadamente plana como no he visto nunca nadie mas, es decir sin tetas dignas de llamarse asi, maravillosamente dulce, con unas manos preciosas y unas uñas muy bien cuidadas, de extracto social diriamos que medio-bajo que trabajaba de dependienta en una tienda de ropa infantil, que quedaba al lado del bar donde yo solia tomar cafe a media mañana cuando me escapaba de mi oficina. Un día comenzamos a charlar, y a partir de aqui, cada dia las conversaciones fueron mas animadas, y picantes, hasta que un día me decidi a invitarla a comer de forma improvisada. Salí temprano de la oficina al mediodia, y la recogí en la tienda. Era a principios de verano, y ella vestía como siempre, unos pantalones muy ceñidos, camisetas y sandalias de altisimo tacón con cuña. Yo iba con mi traje y corbata, como siempre. Prácticamente me sacaba una cabeza de altura, pero a mi no me importaba en absoluto y a ella tampoco.

Me sentía feliz de llevar esa estupenda y encantadora mujer a mi lado, abrirle la puerta del coche, del restaurante, acercarle la silla, tratarla como se debe tratar a las damas. Me encanta esa dualidad de dama en la calle y puta en la intimidad. Tomamos un poco de alcohol en la comida y una copa despues de ella, así que cuando volvíamos al trabajo y nos sentamos los dos en el coche, antes de arrancar, me acerque a ella y la bese apasionadamente. Ella se dejo llevar completamente despues de ese momento y accedio a que en lugar de llevarla a trabajar, la llevara a un hotelito para poseerla y hacerla mia.

Hasta aquí todo de lo mas normal, pero.... en el hotel... después del normal besuqueo, caricias, y desnudarnos, se metió mi polla en su boca y me obsequió con una buena mamada, también dentro de lo normal, buena sin llegar a notable, pero muy aceptable. Yo me moría de ganas de comerme su lindo y cuidadito coño y cuando fuí a intentarlo no me dejó. Lo extraordinario desde mi punto de vista fetichista es lo que hizo después. Algo tan simple como apartarse de mi, tumbarse en la cama boca arriba, mirarme con una extraordinaria lujuria y abrirse de piernas con un arte como no había visto jamás en ninguna otra mujer, y sin ser un playboy ni mucho menos, he tenido la suerte de conocer a muchas.

Ese gesto, me lleno de morbosidad, de pasion, de lujuria, de ardor guerrero. Se me ofreció de una manera que jamas olvidaré. La continuación fué muy buena, maravillosa, pero ya dentro de la más absoluta normalidad y convencionalidad, pero ese detalle forma parte de esas pequeñas cosas de la vida, tan especiales que por mucho tiempo que pase, y por muchas vicisitudes que ocurran "D" permanecerá en mi memoria como una mujer excepcional.

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