A lo largo de los años, en muchas conversaciones masculinas sobre las mujeres, me he encontrado con la frase.... "si yo fuera mujer, seria mas puta que las gallinas..." refiriendose a que el hombre en cuestión siempre esta dispuesto al sexo, y si tuviera la facilidad de elegir que tienen las mujeres, pues evidentemente se entregaria a cualquiera y a cualquier hora.
Sigo esperando tu llegada, el reloj parece haberse detenido para dejar que mi imaginación te folle antes de verte. El sólo echo de saberte sumisa a mis deseos me produce una excitación profunda. Así lo hemos acordado. Tu no sabes nada de mí, pero has accedido a venir, suplicándome que te ordene todo lo yo quiera que hayas.
Todo un fin de semana para mí, para ordenarte, para poseerte, para desearte, para follarte, para … he planeado tantas cosas, … Mi mano se ha escapado casi instintivamente y me estoy acariciando por encima de mis CK negros. No llevo nada más puesto. No puedo resistirme más, estiro la goma y meto mi mano entera por debajo del calzoncillo. Mi polla está enorme hace rato, y la sangre me bombea para que continúe. Sólo pensar que en poco más de una hora te tendré a mi disposición me tiene enloquecido y empalmado.
Empiezo a masturbarme mirando el reloj, y con mi imaginación entretenida en tu cuerpo. No quiero correrme, y tengo que hacer verdaderos esfuerzos para contener una eyaculación prematura, pero tampoco puedo dejar de acariciarme.
De pronto siento la puerta de un coche cerrarse, … Te ordené que vinieras en taxi desde el aeropuerto. Salto del sofá y me acerco a la ventana. Ha anochecido del todo, pero no me doy cuenta. Sólo te veo a ti, a tu cuerpo inclinado pagando el taxi. Estas preciosa. Tu culo mirando a mi ventana, y tú delante de la puerta del jardín de mi casa. Ya has llegado para entregarte a mí.
Miras a tu alrededor, situándote en la noche, supongo que meditando por ultima vez tu sumisión antes de abrir esa puerta. Sentirás la extrañeza que produce un lugar visto por primera vez, y del que no podrás olvidarte jamás. No sabes muy bien (me lo has dicho), que te impulsó a aceptar este juego, pero ya estás aquí, y sólo queda una puerta para llegar.
La abres, caminas despacio, te detienes en el jardín dudosa, pensativa. Miras a los lados sin ver nada y martilleándote en la cabeza mis últimas palabras. Mis órdenes fueron claras: “te desnudarás en el jardín, dejarás toda tu ropa junto al equipaje, fuera, y entrarás en casa, sin llamar, desnuda”.
Tu deseo hacía mí es mucho mayor que la vergüenza que sientes ante la idea de verte desnuda en el jardín, por lo que empiezas a desvestirte poco a poco. No deseas contradecirme.
Yo sigo en la ventana, y veo caer tu jersey primero, tu falda después, … Ahora te desabrochas el sujetador y veo tus tetas por primera vez, … son deliciosas. Ya estás bajando tus braguitas y te imagino húmeda, húmeda para mí.
Terminas de desnudarte y abres, con decisión, la puerta de mi casa …
Yo te estoy esperando justo enfrente, de pie, con los ojos clavados en tu cuerpo, para que tu impresión al verme sea mucho mayor. Te quedas unos instantes mirando, y comienzas a caminar hacia mí. Te paras, me miras, y saludas: “hola, ya estoy aquí”. Te cojo del cuello y, suavemente, te beso con dulzura y pasión contenida. Al acercarte a mí has notado la dureza de mi miembro y sonríes. Parece que ya no tengas dudas de tu viaje. Ahora estás segura de tu deseo de complacerme, y te sientes orgullosa de la excitación que provocas en mí.
No conocías ningún detalle de mí, pero sé que te gusto. Siento como me vas deseando cada vez más, y cómo todo tu cuerpo se eriza ante una excitación imparable. Empiezas a bajar por todo mi cuerpo, lamiendo con tu lengua sedienta cada poro de mi piel, … Has cerrado los ojos, para resbalar por mi torso. Te excita cómo huelo, cómo huelen mis pezones, cómo huelen mis axilas, … Tu lengua ha llegado ya a la altura de mis calzoncillos. Te pones de rodillas, y acercas tu boca. Comienzas a estirar la goma con tus dientes, con los ojos cerrados de nuevo. Tu nariz comienza a rozar mi pene caliente, y abres los ojos para encontrar ante ellos un miembro magnífico y erecto.
En este momento te digo que empieza tu trabajo, y te ordeno que lo chupes, sin ayudarte de las manos, sólo tu boca entrando y saliendo. Debido a la profunda excitación en la que me encuentro, estoy ya a punto de explotar,… te lo digo, y te ordeno que te la comas toda, entera, y que sigas chupando hasta que me corra. Tú obedeces. Veo como mi polla se va perdiendo en tu boca desde arriba, arrodillada ante mí, y no puedo reprimir el coger tu cabeza con mis manos y empujar ordenándote que la quiero más adentro. Buena chica. Muy bien. Ahora más deprisa, muévete hasta que me corra,… muy bien, así,… exploto,… estoy eyaculando una barbaridad. Te pido que te lo tragues, todo, bebe toda mi leche. Obedece. Ahora limpia mi polla hasta dejarla reluciente. Muy bien, lo haces muy bien.
Cuando acabas, te levanto, te vuelvo a besar y te digo… “bienvenida”. Te tomo de la mano y te llevo al cuarto de baño. Te pido que te des una ducha mientras yo preparo unas bebidas.
Estando aún en la ducha, entro al cuarto de baño. Me quedo mirando como el agua resbala por tu cuerpo, por tus pechos, por tu vientre, … Me acerco, y comienzo a enjabonar suavemente tu cuello. Noto tu suave piel, bajo mis manos hacia tus pechos pellizcando tus pezones duros. Susurras los primeros gemidos de placer desde tu llegada y me miras con ojos de deseo. Suelto tus pezones y sigo con tu cuerpo hasta llegar al pubis. Comienzo a aplicar un suave masaje por tu vello perfectamente arreglado. Mis dedos resbalan hacia los labios de tu sexo y tus gemidos parecen suplicarme que no me detenga. Mi pene vuelve a estar firme y tenso, pero no te has dado cuenta. Tus piernas han comenzado a temblar y casi no puedes sostenerte en pie. Te ordeno que no te apoyes en la pared y acelero más el ritmo de mi dedo frotando tu clítoris. Introduzco dos dedos de golpe en tu vagina provocando que te estremezcas del placer que te está produciendo mi mano. Al mismo tiempo, mi otra mano continúa pellizcando tus durísimos pezones. Tus gemidos se han transformado en jadeos y tus piernas tiemblan demasiado. Me pides que te deje apoyarte y que no pare, pero te ordeno que no, que harás lo que yo desee. Obedeces, te corres, te corres gritando como hacía tiempo no lo hacías, te corres con la mano de un desconocido en tu coño. Yo acelero un poco más el ritmo, ordenándote que aguantes. Viene otro orgasmo, y otro, ….
Por fin mis dedos se relajan. Te pido que te sientes en la bañera para que descanses. “Gracias” me susurras en un tono casi imperceptible y entrecortado. Te abandono, me dirijo al salón para tomarme mi refresco. Desde allí te ordeno que te vistas lo más provocativa que puedas y que no te pongas braguitas,….
Iremos a cenar, ……"